No sé si lo que voy a relatar a continuación es un hecho muy conocido. Yo lo descubrí hace muchos años, era todavía un niño, gracias a una película que contaba la historia. Es una de esas cosas que, por uno u otro motivo, recuerdas siempre sin saber la razón.
Se trata de un hecho real, la historia del niño salvaje de Aveyron, al que pusieron por nombre Víctor. Un chico que fue encontrado en un bosque, cerca de la ciudad de Aveyron (Francia) cuando, aproximadamente, tenía 12 años. No sabía hablar, caminaba como un mono, se alimentaba de lo que podía conseguir (raíces, frutos y bellotas) y apreciaba la libertad en la que había crecido y sobrevivido.
Jean Itard, un joven médico recién licenciado que buscaba pasar a la posteridad, lo llevó a su casa y experimentó con él. Lo hacía estudiar día y noche, intentó enseñarle a hablar, a comer, a caminar en posición erguida… pero jamás logró que hablase. Itard no trató de comprender su mundo, sólo deseaba cambiarlo porque estaba convencido que la civilización es mucho mejor.
Cuando el médico decide terminar con el experimento, Víctor se queda con una mujer, el ama de llaves del doctor.
Pero el niño enferma y finalmente muere. Itard atribuye su fracaso en educar a Víctor a errores de estrategias, no podía comprender las limitaciones a las que estaba expuesto; actualmente dispondría de mayores y mejores medios y conocimientos para aquella labor… pero estamos hablando de principios del siglo XIX.
La muerte de Víctor no fue fortuita, la falta de libertad, la limitación de su campo de experiencia y un entorno casi incomprensible para él, todo ello le coloca en una situación de inferioridad emotiva que ayuda en su triste desenlace.
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