martes, 27 de abril de 2010

El perfume


He terminado de leer “El perfume”. Es, posiblemente, la obra más conocida del escritor alemán Patrick Süskind. Posiblemente muchos la conozcáis por una película del mismo nombre y, bajo mi punto de vista, bastante fiel. Yo, la película, la vi hace tiempo y me pareció sublime, pero desconocía que estaba inspirada en una novela, hasta que, hace poco, vi el libro en casa de un amigo. Decidí comprármelo y, la verdad, es de lo mejor que he leído últimamente. Posiblemente porque tenga el recuerdo de una gran película, aunque también me arriesgaba a que me defraudase en base a esta. El caso es que ha pasado a mi pequeño Olimpo de libros, aunque Zeus sea indiscutible.

La acción transcurre en la Francia con décadas previas a la Revolución. Jean-Baptiste Grenouille, es un niño que desde su nacimiento ya es fruto de desgracias y eso moldeará su comportamiento obsesivo sin distinguir el bien del mal. El protagonista tiene un don único en el mundo y es la capacidad de percibir olores que nadie puede.

Pasando por diversos trabajos, siempre relacionados con su magnífica cualidad, como por ejemplo ayudante de un fabricante de perfumes, donde aprenderá a destila aceites esenciales, hasta trabajar en un taller donde se recogen flores para elaborar perfumes.

Sin embargo, Grenouille, quiere más, y para ello hace sus propios experimentos para captar la esencia de las cosas. Desde animales hasta objetos.Esto le lleva a la obsesión de querer conseguir el perfume perfecto, hecho con esencia de jóvenes vírgenes a las que mata para arrebatarles su grasa y destilarla.

Finalmente, es atrapado, cuando ha conseguido su perfume perfecto. Pero al subir al cadalso suelta unas gotas y toda la gente allí agolpada entra en tal frenesí que pide su indulto.

Regresa a París, al mismo lugar donde nació y se derrama el perfume que había fabricado sobre su cabeza. La gente que allí se encontraba se agolpan a su alrededor y, creyendo que era un ser sobrenatural, empiezan a desmembrarlo hasta que desaparece completamente.

Es posible que Jean-Baptiste, parezca un asesino despiadado a los ojos de la sociedad. Posiblemente lo sea, eso no lo discuto. Pero también era un genio, con un don especial, que no supo distinguir lo que estaba bien y lo que estaba mal. Nadie le enseñó, nadie se preocupó por él. Desde su infancia tuvo que sobrevivir a base de golpes y de burlas, en parte por cosas que hacía para satisfacer su cualidad.

Grenouille, en cierta forma, odiaba a la sociedad por la forma en la que lo había tratado, pero se observa un rescoldo de amor poco antes de su ejecución y en su posterior muerte. Ofrecer al mundo su más maravillosa creación: el perfume perfecto.

Esta novela, intuyo, que es una crítica a la sociedad. A esa sociedad mediocre que impera y que hace que la gente excelente no pueda dar todo lo que tenga, y acaben convirtiéndose en unos más de la masa, cuando no en individuos despreciables. Ejemplos hay a lo largo de la historia. Esta novela necesitaría una reflexión filosófica más profunda pero, en síntesis, creo que esa sería la lectura final.

Sin duda alguna una novela que recomiendo. Se le cómodamente y no se hace pesada, engancha. Los que hayáis visto la película, y os gustó, no podéis perderos el libro, y los que no lo hayáis hecho si veis la película querréis el libro y viceversa.


Argumento: 8
Ambientación: 6
Personajes: 6
Capacidad para seducir al lector: 8


Este apartado es para tratar el libro pero, de manera excepcional, pondré un trailer de la película.


sábado, 24 de abril de 2010

Siempre 23 de abril


Ayer 23 de abril se celebraba el día del libro. Es triste, muy triste que tengan que recordarnos que “eso” existe para que lo utilicemos. No sé por qué se celebra esa fecha, no tengo ni idea. Es posible que sea por ser el aniversario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, los dos grandes paladines de la literatura hispana e inglesa respectivamente. Hasta en eso se pusieron casi de acuerdo.
Aunque muchas veces se diga que murieron el mismo día no es del todo cierto. No murieron el mismo día, aunque sea lo que más se diga.

Cervantes murió el 23 de abril, Shakespeare el 23 de abril. Sí es cierto, coinciden las fechas, pero la forma de medir el tiempo era distinta en aquella época. En España, regía el calendario gregoriano (el actual) y en Inglaterra el calendario juliano. La diferencia está en que cuentan el tiempo de forma distinta, por ejemplo, para el juliano el año tiene 365 días y 6 horas y para el gregoriano 365 días, 6 horas, 11 minutos y 14 segundos, por lo que la diferencia de error acumulada a lo largo del tiempo es notable.

Por ello aunque el 23 de abril fuera el mismo para ambos, Cervantes murió, en nuestro calendario, ese día y Shakespeare diez días después, el 3 de mayo, por ese error acumulado de tiempo, aunque fuera el 23 de abril en el juliano.

En esta fotografía, tomada tal día como ayer, se ven los molinos solemnes, velando la memoria de quién les dio fama universal. Nada parece perturbarles, perdiendo la vista en el horizonte no esperan, ya no esperan nada. Mayor gloria de la que le dio Cervantes no pueden alcanzar, solamente pueden dejar pasar el tiempo entre sus piedras y oír los mismos comentarios una y otra vez.




Tal día como ayer, de 1.616 nacía algo que ni su mismo creador hubiera podido imaginar. La gloria que no tuvo en vida, la tuvo después de ella. En este país somos así.

Y terminar con un recuerdo a lo que me decía mi abuelo: “Si una persona te dice que le gusta leer, pregúntale si se ha leído el Quijote”. Quién lo ha leído sabrá a lo que me refiero.

Una recomendación: Leer. Muchos me dicen que no tienen tiempo para hacerlo, pero nadie me dice que no tiene tiempo para tomar un café, ver la televisión, salir de copas, tocarse las narices…

Eres lo que lees, eres como escribes.

martes, 20 de abril de 2010

Paseando por Ciudad Real




Seguí mi camino hacia Ciudad Real. El camino fue tranquilo, pero raro. Me sentía extraño en una tierra desconocida. Atrás quedaban los molinos y, salvo algunos que veía a mi izquierda, a lo lejos, en algún montículo, ya no volví a estar cerca de ellos.

Llegué a mi destino antes de lo esperado, poco después de las 3 de la tarde. La verdad, no esperaba que el camino fuera tan rápido y yo, que apenas corro, sentí que tenía muchas horas por delante para descubrir una ciudad que nunca había pisado. No sabía lo que me iba a encontrar así que, pensaba que, esas horas por delante serían insuficientes para mezclarme con la ciudad y poder saborearla.

Una vez me había alojado en el hotel tuve la tentación de acostarme, de echarme un rato. Estaba cansado por haber madrugado y un sueñecito reparador no me hubiera venido mal, pero pensé que estaba en un sitio desconocido, inexplorado, y que el tiempo que dedicase a mi merecida siesta lo perdería en descubrimientos que todo viajero debe hacer cuando visita lugares nuevos. A falta de un salacot, cogí mi cámara y me fui a perderme entre sus calles, a mezclarme entre ellas y a respirar su olor.

Apenas había gente. Supongo que por las horas que eran, la mayoría, estarían haciendo lo que había pensado yo unos minutos antes. Llegué a una plaza, la Plaza del Pilar. Allí me encontré con la primera referencia al Quijote, una estatua del autor de la novela.

Seguí caminando y llegué a la Plaza Mayor. Un espacio que me pareció bastante curioso. He de decir que, urbanísticamente me pareció un lugar excepcional. Está cortado al tránsito rodado, apenas circulan vehículos, a no ser los de la policía y a poca velocidad. Si una plaza está destinada para ser el centro neurálgico de la ciudad, donde sus habitantes se sientan seguros, sin preocuparse del tráfico, sin duda alguna, esta plaza es ejemplar y cumple con todos los requisitos. Las calles, también peatonales, desembocan a ella plácidamente, de una forma ordenada, y sin ningún tipo de caos que impida la circulación de los transeúntes. Un espacio bien definido que marca su recorrido. Se entra y se sale por uno u otro extremo, no hay más. Cada cual sabe su destino y el paso que tiene por ella. Sin duda alguna, algo digno de elogiar.

Ahora bien, lo que gana en urbanismo, lo pierde en arquitectura. No sé lo que era la ciudad hace siglos, ni lo que era esa plaza, pero estoy seguro que no era lo que es ahora. Supongo que los edificios se asemejaban a la época en la que estaban construidos, que no eran meras imitaciones de algo. Arquitectónicamente, esa plaza está muerta. No tiene un etilo definido. Lo único que nos recuerda un pasado glorioso de lo que pudieron ser sus años de esplendor son unos soportales que dan idea de lo que podía haber sido antaño. Como en muchos lugares, cuando un edifico ha caído en ruina y han intentado restaurarlo, se ha cometido el error de no saber mantener el espíritu original y eso es lo que ha sucedido allí. Las antiguas edificaciones han ido cayendo y se han sustituido por otras que han intentado que fueran semejantes, pero que, por desgracia, distan mucho de la idea original. Un ayuntamiento de estilo neogótico es, posiblemente, el edificio más característico. No deja indiferente. Los lugareños lo llaman “el barco”, porque dicen que se asemeja a uno por su parte superior en forma de velas. Sinceramente creo que es una aberración, no tanto por el edificio como por el lugar donde se encuentra.

Salí de la plaza y continué caminando en busca de nuevas sorpresas. Llegué a la catedral. Un edificio donde uno puede sentarse y pasarse horas mirando, analizando, y siempre encontrar algo nuevo. La parte exterior tiene elementos predominantes del gótico. Se podría definir de este estilo, aunque tiene pinceladas románicas, renacentistas y barrocas en menos medida. Me gustó. Los distintos estilos allí entrelazados no la hacen desagradable a la vista. Me hubiera gustado poder verla por dentro pero no pude, estaba cerrada. Tengo que decir que no pude visitar el interior de ninguna iglesia que me encontré por el mismo motivo.

Caminando, perdiéndome, di con otra iglesia, la de San Pedro, cerca de la Plaza Mayor. Un edificio gótico bastante bien conservado. Con un rosetón que me pareció espectacular. Un inciso. Esta iglesia estaba abierta pero no me atreví a entrar. Iba a celebrarse una boda y no era plan que el novio no apareciese y me cogiesen a mí para salir del apuro. Mejor no tentar a la suerte.

Continué paseando por la ciudad, yendo a bares y disfrutando de su gastronomía, siempre en agradable compañía.




Al día siguiente visité el museo que tienen dedicado a Cervantes y a su obra. Es imposible no verlo, pues las figuras de don Quijote y Sancho, en la entrada, dan la bienvenida. La verdad, algo digno de ver. Me pareció que lo que allí se ofrece es algo que no puede dejar de visitarse si se visita Ciudad Real, y es algo imperdonable que quien viva allí no lo visite. Dispone de un museo dedicada al tema cervantino, pero por ser domingo estaba cerrada. Me gustaría poder entrar algún día y perderme entre sus letras. Tiene que ser "un orgasmo de satisfacción", como diría mi profesor de autoescuela.




Todavía pude disfrutar de la comida pero ya no quedaba tiempo para más.

En general, la impresión que me llevé es que es una capital de provincias pequeña, con edificios no de excesiva altura, y muy uniformes entre ellos en este sentido. Creo que se podría haber hecho más por conservar el patrimonio existente y potenciar, un poco más, la figura del Quijote y lo que este significa para la zona. De todas formas espero volver. Esa biblioteca me está esperando y, aparte, todavía quedan muchas cosas por descubrir…

sábado, 17 de abril de 2010

Tierra de gigantes



Hace pocos días que he estado en Campo de Criptana. Algunos la denominan Tierra de gigantes, para otros es el lugar donde nació Sara Montiel. Para mí un lugar nuevo, de sensaciones, de imaginación, de gentes anónimas mundialmente conocidas.

Yo, que ya puedo morir tranquilo por haber leído y releído la obra cumbre de la literatura universal, siempre he considerado que viajar a la Mancha y hacer la denominada ruta de don Quijote, era una especie de sacrilegio a todo lo que representa el Quijote. La razón es bien sencilla. Posiblemente sea el comienzo de novela más conocido:

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Partiendo de la base, que el mismo autor no dice cual es el lugar del hidalgo, no creo que nadie tenga el derecho a autoproclamárselo. Por ello, como toda ruta tiene un comienzo, y yo no sé donde está, siempre me he negado a participar de ese mercantilismo. Prefiero visitar zonas aleatorias, o del libro, que las marcadas por oficinas de turismo.

Estando allí, delante de esas enormes moles de piedra y cal, uno se siente tan pequeño, tan minúsculo… Hacía años que no estaba delante de un molino, posiblemente porque nunca, hasta este momento, había vuelto a tener la necesidad de sentirlo.

Al bajar del coche no puede evitar hincharme el pecho y respirar esa esencia. Caminé hacia los molinos y me detuve en medio. Cerré los ojos y, como no podía ser de otra forma, allí estaban ellos, parados, contemplando. Entonces, el viento empezó a soplar, y oí una voz, a lo lejos, que decía:

“Mire vuestra merced, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino”.

Abrí los ojos y no estaban.




Son los molinos unos edificios muy peculiares. De dos alturas, y en su interior una escalera de caracol que hace de unión entre los pisos. En la parte superior está la rueda para moler el trigo y todo el mecanismo. Su funcionamiento, es por medio de ruedas dentadas, que al girar las aspas estas hacen que todo vaya girando hasta moler el trigo, que va cayendo por un orificio hasta el primer piso donde se recoge.

Hubo una cosa que me sorprendió mucho, y es que la cubierta, o caperuza, de los molinos gira para orientar las aspas en dirección al viento. Con un bastidor de madera, al que se aparejaba un burro para poder moverlo.

Actualmente los molinos no dejan de ser algo turístico y recuerdos de otras épocas. Pregunté en turismo y me dijeron que solían ser de terratenientes, y cada agricultor llevaba el trigo al molino que quisiera o que tuviera acordado.

No podía despedirme sin leer un poco. Sin hacer mi homenaje particular a aquellos gigantes que desafían el viento. Así que cogí el libro que llevaba para tal ritual, es evidente cual, y me senté, apoyando mi espalda en un molino, para leer un capítulo. En ese momento lo tenía todo.

Hay cosas en la vida a las que, en su momento, no se le dan importancia, pero con el paso del tiempo son cosas que no tienen precio, por ejemplo, hay quien ha visto a Maradona en la Bombonera, a Lenin dando un discurso en la Plaza Roja, a Pavarotti en la Scala de Milán, a Yul Bryner en Broadway… yo he leído un trozo del Quijote apoyado en un molino.

Continué mi camino. Me hubiera gustado ir al Toboso, pero no. No hubiera sido ético. Don Quijote no fue en su primera salida, y yo, aunque lejos de compararme con el hidalgo, preferí dejar esta visita para una próxima ocasión. Así que seguí hacia Ciudad Real. Seguro que no solamente en el Toboso hay Dulcineas.

martes, 6 de abril de 2010

El Caudillo Campeador



Cuenta una de las leyendas de esta España tan dolorida que, un tal Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador, venció en una batalla después de muerto. No puedo evitar hacer un paralelismo sobre este hecho, entre el guerrero castellano y el proclamado “Centinela de Occidente”, teniendo en cuenta la situación actual. Máxime si recuerdo aquellos versos que, a modo de loa, le dedicó el hermano del poeta, Manuel, y que decían lo siguiente:

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan la tierra de conquista.


Con una estrofa es suficiente. ¡Ay Manuel! que lejos quedan aquellos tiempos de la etapa parisina.

Si alguien lo duda es que no vive en este país. La famosa Transición no fue sino una operación de supervivencia de un régimen dictatorial que, a cambio de que jamás recordaran sus crímenes, concedía una pseudodemocracia que el propio tirano había designado. Solamente por nombrar judicialmente aquellos crímenes, a un juez, se lo quieren quitar de en medio ominosamente. ¿Quiénes? Los epígonos del franquismo, como es lógico.

Me estoy refiriendo a Baltasar Garzón, ese al que llaman “Juez Estrella”, un apelativo que entiendo perfectamente; los genios siempre se han tenido que distinguir nominalmente de la mediocridad. Ahí está el caso de O Rei Pelé, o incluso cuando han cometido alguna irregularidad han sido elevados a los altares como “La mano de Dios” de Diego Armando Maradona.

Se habla mucho de la ley de amnistía durante la opereta de la transición, pero que a nadie se le olvide que fue una ley firmada con una pistola en la sien. Y que a nadie se le olvide, tampoco, que nuestro gobierno – del que por cierto cobran los jueces – ha firmado convenios internacionales mediante los cuales los crímenes contra la humanidad nunca prescriben y durante la dictadura franquista, se cometieron estos tipos de crímenes. Países como Alemania, e incluso Argentina, han condenado a aquellos culpables de dictaduras atroces y crímenes contra su propio pueblo. Y no ya porque lo hayan hecho otros países, simplemente por dignidad y vergüenza. Pero como eso son dos males de los que no se adolece, en España se corrió un velo.

Es evidente que Garzón es fruto de una persecución, desacreditándole, arruinando su carrera y apartándole de la Audiencia Nacional por haber osado pretender que la justicia lo fuera verdaderamente al llamar al franquismo por su nombre. Cree ese franquismo irredento, intacto, demócrata de toda la vida cuando la convino, que consigue el objetivo que le asegura, como mínimo, otros setenta años de preeminencia y, en consecuencia, de tiranía.

Tanto susto se llevó ese franquismo, luego de décadas de disfrutar de la desmemoria y de creer que se iría absolutamente de rositas, cuando Garzón intentó llevar a la justicia lo que por necesidad imperante debería estar siempre en ella, la execración y persecución del delito, que no ha encontrado reparo en despojarse, con su reacción, de la máscara. Todos a una, es decir, todas las familias del régimen, toda esa España que nunca desnazificada sino antes al contrario se han atrincherado contra ese juez que representa, el sentimiento democrático de la mayoría.
A este juez, se le podrá acusar de muchas cosas, entre otras de haberse querido meter en política. Bueno, prefiero un juez como ministro de justicia, que un par de iletrados como Pepiño Blanco o Celestino Corbacho al frente de los ministerios de fomento y trabajo, respectivamente. Porque ¿alguien me puede decir que estudios y preparación tienen estos últimos? Si es que la persecución a Garzón no tiene sentido, se mire por donde se mire. Un juez metido a político ¡Ooohhh! No voy a poner ejemplos "reales", para defenfer a Garzón. Mientras que unos se dignifican por sí solos, los otros se envilecen.

La justicia se ha perdido en un laberinto. La Falange, Manos Limpias y los corruptos del caso Gürtel están encantados de la vida, encantados de haberse conocido y eso, solo eso, ya sería suficiente para hacer las maletas y largarse de aquí para siempre. Que se queden ellos con este cortijo llamado España.

Y termino como empiezo. Esta es la batalla que ha ganado el Caudillo Campeador después de muerto, al igual que su émulo. Pero al menos la del Cid, ha pasado a la historia como una gran gesta, esta lo hará como una gran vergüenza. A mí que no me miren.

sábado, 3 de abril de 2010

Imágenes para reflexionar (y II)

Estas son las segundas imágenes, al igual que las anteriores. No son simples dibujos, todas dicen algo más.

Imagen 1.
Imagen 2.


Imagen 3.


Imagen 4.


Imagen 5.


Imagen 6.


Imagen 7.


Imagen 8.


Imagen 9.



Imagen 10.


Imagen 11.


Imagen 12.