La cosa va de narices. Sí, nunca mejor dicho, porque me he propuesto escribir sobre la nariz. Ese saliente que tenemos en la cara que nos sirve para oler y respirar. Posiblemente sea uno de los rasgos más distintivos para referirnos a alguien aludiendo a esa parte de la cara que, junto con las orejas, pueden ser dos elementos identificativos del rostro de una persona.
Narices las hay de muchísimos tipos: aguileñas, perfiladas, salientes, griegas, la típica de boxeador… de tantas formas y tamaños que sería larguísimo enumerarlas a todas. Personalmente, y aunque no sea muy normal, cuando conozco a alguien busco la mejor manera de mirarlo de perfil para ver su nariz. Es en el primer rasgo fisonómico en el que me fijo. No sé, es una costumbre, al igual que hay quien se fija en otras partes, pues yo en la nariz.
Pero, no solamente sirven para oler y para respirar, no. Como he dicho anteriormente, sirven para diferenciarnos unos de otros aludiendo a ella cuando sea necesario. En la historia ha habido personajes cuyo rasgo identificativo era la nariz; se me ocurre, por ejemplo, la de Charles de Gaulle.
También en la literatura han tenido un papel muy destacado, ¿quién no ha oído hablar de Cyrano de Bergerac? Aunque sin duda alguna, una de las narices más importantes en este sentido sea la del archiconocido Pinocho; ese muñequito de madera al que le crecía cuando decía mentiras. Incluso la nariz tiene el honor de que uno de los grandes de la literatura mundial, Quevedo, le dedicase unos versos:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Por supuesto, sirve para referirnos a situaciones cotidianas en las que expresamos cosas refiriéndonos a ella, por ejemplo:
“Estar hasta las narices”, estar harto o cansado.
“Hinchar las narices”, enfadar, molestar.
“Meter la nariz”, inmiscuirse o cotillear.
“¿Donde narices está?”, buscar algo insistentemente hasta casi la desesperación.
“Tocar las narices”, fastidiar.
“Tocarse las narices”, estar sin hacer nada.
“Tener a alguien agarrado por las narices”, estar dominado o en una situación embarazosa.
“No ver más allá de las narices”, ser corto de vista.
“Restregar por las narices”, presumir.
“¡Por narices!”, hacer algo apelando al orgullo.
“Salir de las narices”, porque le da la gana.
“Dar en las narices”, ridiculizar a alguien o también tener una intuición, depende del contexto.
“Tener narices la cosa”, algo inusual y extraño.
Y muchos más comentarios “naricencos” que se nos ocurran.
“Estar hasta las narices”, estar harto o cansado.
“Hinchar las narices”, enfadar, molestar.
“Meter la nariz”, inmiscuirse o cotillear.
“¿Donde narices está?”, buscar algo insistentemente hasta casi la desesperación.
“Tocar las narices”, fastidiar.
“Tocarse las narices”, estar sin hacer nada.
“Tener a alguien agarrado por las narices”, estar dominado o en una situación embarazosa.
“No ver más allá de las narices”, ser corto de vista.
“Restregar por las narices”, presumir.
“¡Por narices!”, hacer algo apelando al orgullo.
“Salir de las narices”, porque le da la gana.
“Dar en las narices”, ridiculizar a alguien o también tener una intuición, depende del contexto.
“Tener narices la cosa”, algo inusual y extraño.
Y muchos más comentarios “naricencos” que se nos ocurran.
En fin, como podemos ver a la nariz le podemos dar infinidad de utilidad y usos en nuestra vida cotidiana. Debemos estar orgullosos de nuestra nariz porque como hemos podido comprobar nos sirve para muchas cosas, más de las que creemos. Por ello, no entiendo como hay gente que no está orgullosa de ella y la mutila para cambiarla. Es por este motivo que, cuando leo profanaciones en tan noble parte de nuestro cuerpo como la que ha hecho Letizia hace poco tiempo para cambiar su aspecto estético; pienso que hay gente que no agradece a la madre naturaleza el aspecto que le ha otorgado. En fin, estoy un poco asombrado por este hecho; vale que renuncie a su pasado ¡Pero renunciar a su nariz! Esa facción tan personal suya a cuyo sólo movimiento, cual Elisabeth Montgomery en la serie ‘Embrujada’, tendría lo que quisiera… no lo entiendo. Aunque siempre podremos ver en las fotografías de antaño su original y principesca, consorte nariz. Siempre quedará en la retina de todos esa portada de El Jueves en la que su nariz se veía como un elemento destacado de la misma. En fin, ¿qué más añadir? Pues que la cosa de Letizia tiene narices.
Salud.
P.D. ¿Cuándo narices podremos decidir si queremos República o monarquía?